domingo, 22 de julio de 2007




El 19 de julio de 1979, luego de la huida de Somoza, el Frente Sandinista entró triunfalmente en Managua. La sandinista fue una revolución que mantuvo estrechos vínculos con la literatura: la prosa de sus manifiestos y documentos buscó siempre apartarse de los estilos trillados, una vez en el gobierno hizo grandes esfuerzos por alfabetizar a la población, adelantó importantes políticas para promover la lectura y abrigó en su seno interesantes proyectos para estimular la creación poética entre los nicaragüenses. Por ello, desde el blog de la Asamblea Socialista del Pasillo, hemos decidido conmemorar esta significativa fecha con algunos textos de Carlos Fonseca, Omar Cabezas, Ernesto Cardenal y Gabriel García Márquez que, además de recoger importantes gritos de lucha, poseen un altísimo valor literario.




¿Que es un Sandinista?
Barricada, Sabado 8 de Noviembre de 1980. Texto publicado originalmente mediante volante clandestino, en 1975, selecccion de Carlos Gallo

1
EL revolucionario Sandinista debe evitar la simple "frase revolucionaria", tenemos que acompañar esto con una profunda identificacion con los principios revolucionarios.

2
El Sandinista sabe vincular la teoria revolucionaria con la practica concreta en la que actua, estrecha vinculacion con las masas populares, asimilacion de la experiencia que se desprende de la practica de nuestra fuerza combativa.

3
El Sandinista debe tener un autentico espiritu critico, ya que tal espiritu de critica constructiva le da consistencia mayor a la unidad y contribuye a su fortalecimiento y continuidad, entendiendose que una critica mal entendida que expone la unidad, pierde su sentido revolucionario y adquiere un caracter reaccionario.

4
Un Sandinista posee, ante todo, modestia revolucionaria. Esta es una cualidad que tiene mas importancia de lo que a primera vista puede parecer. La modestia facilita, quiza en muchos casos decisivamente, la vida colectiva, la actividad de un conjunto de personas.

5
La conciencia colectiva, la conciencia de que es la energia de un conjunto de hombres lo que integra la vanguardia, es imprescindible en el espiritu militante. Ese espiritu colectivista, que lo sustenta la modestia, debe convertirse en una pasion en el militante Revolucionario.

6
El Revolucionario nunca olvida el titulo que ostentan los combatientes Sandinistas: HERMANO. Esto tampoco es opuesto al empleo de la energia y el rigor, tan necesario en la vida dura clandestina y guerrillera. De lo que se trata es de ser energico y riguroso sin olvidar el respeto, la sinceridad, la fraternidad.

7
El militante Sandinista, en cualquier lugar que este, debe estar relacionado en alguna medida con la vida del Pueblo Trabajador.

8
El Sandinista sabe que la correccion ideologica no vale nada sin una consecuente conducta practica, pero una conducta practica positiva es insuficiente si no esta acompañada de una definicion ideologica revolucionaria.

9
El Sandinista sabe que solo vinculacion intensa con los trabajadores contribuye a su verdadera educacion politica.

10
El Sandinista practica una politca de paciencia y serenidad, evitando que esta se convierta en una politica de indulgencia. Ser paciente sin ser indulgente, sin pasar por alto las distintas violaciones a los principios.

11
El revolucionario Sandinista no puede proponerse solamente enseñar a las masas populares, sino que al mismo tiempo debe aprender y saber ser discipulo de las masas populares. Que todos sus pasos lleven la marca del caracter de nuestro pueblo.

12
Hay cuestiones que molestan en lo personal, pero nuestra obligacion es subordinarlo todo a los intereses de la causa Sandinista, a los intereses del subyugado pueblo nicaragüense, a los intereses de los explotados y oprimidos de Nicaragua.

13
El Sandinista sabe ayudarle a sus compañeros a que reconozcan sus fallas, sus debilidades. Pero debe debe entender que un Sandinista no va a ser comprensivo por tacticas, por simple conveniencia, sino porque asi lo exigen los principios revolucionarios.

14
El Sandinista sabe vincular las opiniones de las personas a las practicas de estas, como concuerdan lo que hablan con lo que han hecho. Demostrar prefeccionismo en el papel es facil, demostrarlo en la practica es dificil.

15
Un revolucionario sabe que este donde este, siempre que luche por la humanidad, estara cumpliendo con su deber.

16
Un Sandinista no es desmedido ni en el pesimismo ni en el optimismo.

17
El Sandinista sabe que si alguna vez es necesario calificar, se deben emplear los terminos mas objetivos e imparciales. Sin caer en epitetos. Calificar, pero no para responder al insulto con insulto, sino para poner de relieve nuestra serenidad.


Juventud y Estudiantes

El futuro pertenece a la Juventud

La juventud del pueblo nicaragüense siente y comprende que es la más vinculada al triunfo de la lucha contra la dictadura. Siente que lo que se decide en esta contienda es el futuro de Nicaragua y que el futuro pertenece a la juventud. Es por eso que la juventud nicaragüense, que ansía un porvenir de libertad y progreso, combatirá a la dictadura sin regatear sacrificios ni esfuerzos. En estos momentos la juventud nicaragüense funde sus anhelos en el lema gloriosos de Augusto César Sandino Libertad o muerte.

El corazón de la liberación del pueblo

Si acaso no bastara El Chaparral para sostener que la juventud ha de ser el corazón en la liberación del pueblo, nuevos estudiantes fueron masacrados por los asesinos uniformados el 23 de Julio en las calles de la tradicionalmente gallarda ciudad de León, sede de la Universidad
Nacional Autónoma de Nicaragua.

La obligación por el cambio revolucionario

En estos países, la persona que tiene el privilegio de adquirir cierta instrucción, tiene el deber de entregar estos conocimientos, por modestos que sean, al destino de las mayorías que no han tenido la oportunidad de tocar un libro, de tocar un papel. Haber puesto los pies en una universidad es una facultad que multiplica nuestra obligación de participar en el afán de hacer la liberación por el cambio revolucionario, por el cambio social.

Estudiantes: sustento ideológico de la conciencia revolucionaria

Tanto los estudiantes, como los demás elementos que integran la universidad, juegan un papel importantísimo en el proceso revolucionario. Pero éste debe estar vinculado con el de los demás sectores populares. A los obreros y campesinos les corresponde la parte estratégica, mientras que a los estudiantes universitarios, sobre todo en estos países sumidos en el analfabetismo, les corresponde ser el sustento ideológico, para facilitar la existencia de una adecuada conciencia revolucionaria.

La importancia del estudiante joven

También vale la pena hacer notar la importancia de la participación del estudiante joven, los liceístas, los de primeros años en la universidad, pues los que llegan a los últimos años de carreras profesionales es porque no tienen interés en la revolución; son muy pocos los casos de los que siguen siendo revolucionarios cuando ya están ligados a su profesión. Me refiero a los que comienzan su militancia cuando ya están por graduarse, pues, en ese momento, ya están también comprometidos con el sistema que les está ofreciendo posibilidades para alinearse en él. Entonces puede ser más grande la atracción del sistema que la fuerza de la militancia que se inició tarde.




Ese mismo año de 1970 el FER (Frente Estudiantil Revolucionario) orientó al CUUN (Centro Universitario de la Universidad Nacional Autónoma) luchar porque se ampliara el cupo del primer ingreso de estudiantes del primer año de medicina. Entraban 50 nada más y nos planteamos la conquista de 100. Por supuesto, conseguimos movilizar a todos los estudiantes, fundamentalmente a los del año básico, que en León eran unos 1.500 y en Managua unos 2.000. El Gato Murguía se puso a la cabeza de los estudiantes y tras el Gato nosotros, los mismos de siempre, agitando, organizando, haciendo mítines, tomándonos los edificios de la universidad, reventando bombas de mecate, poniendo parlantes, sentándonos en la calle frente a la universidad, discursos, canciones, guitarras, poemas, diálogo con las autoridades, comisiones para acá, comisiones para allá, y salían caras nuevas, rostros nuevos, con futuro y destino insospechado en aquel tiempo; estudiantes que cuando encontraban motivación dentro de la lucha reivindicativa, entonces nosotros debíamos hacer trabajo político sobre ellos; y surgían nuevas figuras, nuevos muchachos, nuevas muchachas… nuevas sonrisas como la de Roberto Huembes, que tenía una dentadura bien pareja y que en ese tiempo era medio hippie, andaba de caites, de camiseta, pantalones manchados, peludo; como Iván Montenegro, que era gordo, medio gordo, mejor dicho, era bien recio pero flojo, siempre de camisa van long y pellizcándose la cara… Y así, de lucha en lucha, de reivindicación en reivindicación íbamos captando lo mejor de los estudiantes que entraban en la universidad. Esto le dio un gran impulso al FER. Ganamos la lucha por los cien en Medicina y volvieron nuevas luchas, y nos planteamos la reforma universitaria, estudiamos la reforma de Córdoba, y queríamos cambiar nuestra universidad y luchábamos para cambiar el contenido de los programas de estudio y podíamos pasarle fuerte sumas de dinero al Frente, de las arcas del CUUN.

Recuerdo una vez, cuando nos querían expulsar a dos compañeros de la Facultad de Medicina nos tomamos el edificio de la Facultad de Derecho que era de estilo colonial, donde estaban refugiados los más reaccionarios y oscurantistas profesores de la universidad, salvo honrosas excepciones, que enseñaban con programas de estudio individualistas, donde se defendía la constitución política de Somoza, donde se hacía apología de la democracia representativa de Somoza, donde se nos instruía a respetar, por sobre todas las cosas, el Código Civil; estaban justo a tono, los profesores, los programas y la arquitectura del edificio. Y como para ponerle acento irónico a la situación a la entrada de la facultad había un letrero grabado en la pared que decía: SIC ITUR AD ASTRA, que significa “por aquí se va a las estrellas”.

Una vez hicimos una manifestación frente a la casa del decano, que era progresista, pero simbolizaba a la autoridad, un profesora quien yo quiero mucho como persona, muy cristiano-occidental, y siempre nos decía que él estaba forrado por una fe inquebrantable. Nosotros siempre estábamos inventando algo distinto para incentivar a los estudiantes, para que no decayera el entusiasmo y la motivación moral, no sólo para conseguir nuestros objetivos académicos, sino también los políticos; la cosa era inventar cualquier originalidad coyuntural. Los estudiantes en ese tiempo éramos muy inventores. Yo era el presidente de la Asociación de Estudiantes de Derecho, la famosa AED de León. En ese tiempo fue que dispuse sacar la manifestación de la facultad hacia la casa del decano; en esa manifestación cada quien llevaba una candela encendida, y cuando íbamos por la calle toda la gente, al oír los gritos y las canciones, se salía de sus casas y abrían las puertas, porque eran como las diez de la noche y en León la gente se acuesta a las nueves; al oír los gritos, los hombres se salían en calzoncillo a las puertas, en chinelas de gancho, unos asustados, otros con rostros serios o desconcertados, o divertidos; los estudiantes en León éramos una atracción del pueblo, porque recordá que también hacíamos carnavales bufos que a la gente le encantaban porque ridiculizábamos a Tacho y al gobierno y aun cuando a veces había motivos pornográficos en los carnavales, y el pueblo de León es bien moralista y conservador, le encantaban las vulgaridades de los estudiantes. Yo creo que ellos sentían que nosotros hacíamos lo que ellos no podían hacer porque los criticaban los vecinos si se daban cuenta que hacían algo malo, o luego venían los chismes que ponían en entredicho el honor de cualquier cristiana del pueblo. Esa noche de la manifestación de las candelas las mujeres se salían en fustán o camisón, o con un montón de trapos que parecían locas, despeinadas y sin pintura, y se asomaban por las puertas entreabiertas o sacaban los pescuezos por las ventanas, y más de alguna reconocía al novio, o al hijo, o bien a mi, y entonces se oían los comentarios dentro de las casas: “¡Ve el jodión donde anda!” “¡Dios mío mi lindo!” “¡Mirá lo que andan haciendo ahora!” “¡Ve por donde les entró ahora!” “¡Qué hombrecito para joder!”

Como íbamos cantando y miraban las candelas de lejos, primero pensaban que era una procesión de alguna virgen o un santo antes de que pasáramos por sus casas; y claro, como desde los aposento no se distinguía qué canción era, la gente se salía incierta a asomarse, a ver, y ¡que va!, cuando miraban… el incorregible del Flaco Cabezas, que ya estaba colorado en el pueblo, al frente de la manifestación con una candela en la mano, caminando y gritando delante de todos los muchachos. Unos nos veían con simpatía, pero otros nos miraban como vagos, como estudiantes, como que lo que queríamos era pasar sin estudiar porque eso era lo que decían algunos profesores y algunas autoridades: que lo que nosotros queríamos era pasar sin estudiar. Pero nosotros queríamos otra cosa… eran momentos duros aquellos…

Y al fin llegamos a la casa del decano y cuando veo la casa, que tenía el estilo de la facultad, o se parecía en algo a la facultad, se me viene a la mente una serie de ideas: el oscurantismo de muchos profesores, enseñándonos a creer, a respetar y defender jurídicamente la sacrosanta propiedad privada, se me cruza por la cabeza lo que nosotros queríamos, se me cruza por la cabeza la fachada de la facultad y recuerdo el lema SIC ITUR AD ASTRA y A LA LIBERTAD POR LA UNIVERSIDAD, entonces me dije yo: ¡Qué absurdo!, y le arrebato un spray de pintura a un compañero y me paro frente a la acera de la casa y le pregunto a los estudiantes: ¿Ustedes creen que con la enseñanza que se da en la Facultad de Derecho se vaya hacia las estrellas o hacia la luz?, y todos los estudiantes contestaron “¡Nooo…!” A continuación, en un arranque firme y con gran convicción pinté con letra de molde y de prisa, en la nítida pared blanca de la casa de mi decano, “POR AQUÍ SE VA AL SIGLO XV”. A continuación, porque mi decano era y es muy religioso y en León el día de la Virgen de las Mercedes, que es la gran patroncita de León, todo el mundo pone candelas en las aceras de las casas… entonces nosotros le dejamos en la acera de su casa a mi querido decano no menos de 500 candelas encendidas.




El plan parecía una locura demasiado simple. Se trataba de tomar el Palacio Nacional de Managua a pleno día, con solo veinticinco hombres, mantener en rehenes a los miembros de la Cámara de Diputados y obtener como rescate la liberación de todos los presos políticos. El Palacio Nacional, un viejo y desabrido edificio de dos pisos con ínfulas monumentales, ocupa una manzana entera con numerosas ventanas en sus costados y una fachada con columnas de partenón bananero hacia la desolada Plaza de la República. Además del Senado en el primer piso y la Cámara de Diputados en el segundo, allí funcionan el Ministerio de Hacienda, el Ministerio de Gobernación y la Dirección General de Ingresos, de modo que es el más público y populoso de todos los edificios públicos de Managua. Por eso hay siempre un policía con armas largas en cada puerta, dos más en las escaleras del segundo piso, y numerosos pistoleros de ministros y parlamentarios por todas partes. En horas hábiles, entre empleados y público, hay en los sótanos, las oficinas y los corredores no menos de tres mil personas. Sin embargo, la dirección del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) no consideró que el asalto de aquel mercado burocrático fuera una locura demasiado simple, sino todo lo contrario: un disparate magistral.

En realidad, el plan lo había concebido y propuesto desde 1970 el veterano militante Edén Pastora, pero sólo se puso en práctica cuando se hizo demasiado evidente que Estados Unidos había resuelto ayudar a Somoza a quedarse en el trono de sangre hasta 1981. "Los que especulan con mi salud, que no se equivoquen", había dicho el dictador después de reciente viaje a Washington. "Otros la tienen peor", habría agregado, con una arrogancia muy propia de su carácter.

Tres empréstitos de cuarenta, cincuenta y sesenta millones de dólares se anunciaron poco después. Por último, el propio presidente Carter, de su puño y letra, rebasó la copa con una carta a Somoza en la cual lo felicitaba por una pretendía mejoría de los derechos humanos en Nicaragua. La Dirección Nacional del FSLN, estimulada por el ascenso notable de la agitación popular, consideró entonces que era urgente la réplica terminante, y ordenó que se pusiera en práctica el plan congelado y tantas veces aplazado durante ocho años. Como se trataba de secuestrar a los parlamentarios del régimen, se le puso a la acción el nombre clave de

"Operación Chanchera". Es decir: el asalto a la casa de los chanchos (cerdos).

Leer la crónica completa aquí:
http://www.lainsignia.org/2004/septiembre/cul_016.htm

[...]

Fabuloso ingenio

El ingenio de la acción consistía en hacerse pasar por una patrulla de la Escuela de Entrenamiento Básico de Infantería de la Guardia Nacional. De modo que se uniformaron de verde olivo, con uniformes hechos por costureras clandestinas en tallas medianas, y se pusieron botas militares compradas el sábado anterior en tiendas distintas. A cada uno le dieron un bolso de campaña con el pañuelo rojo y negro del FSLN, dos pañuelos de bolsillo por si sufrían heridas, un foco de mano, máscaras y anteojos contra gases, bolsas plásticas para almacenar el agua en caso de urgencias y bicarbonato para afrontar los gases lacrimógenos.

En la dotación general del comando había, además diez cuerdas de nylon de metro y medio para amarrar rehenes y tres cadenas con candados para cerrar por dentro todas las puertas del Palacio Nacional. No llevaban equipo médico porque sabían que en el Salón Azul había servicios y medicinas de urgencia. Por último se les repartieron las armas que de ningún modo podían ser distintas a las que usa la Guardia Nacional, porque casi todas habían sido capturadas en combate. El parque completo eran dos subametralladoras UZI, un G3, un M3, un M2, veinte fusiles Garand, una pistola Browning y cincuenta granadas. Cada uno disponía de trescientos tiros.

La única resistencia que opusieron todos fue a la hora de cortarse el cabello y afeitarse las barbas cultivada con tanto esmero en los frentes de guerra. Sin embargo, ningún miembro de la Guardia Nacional puede llevar cabellos largos ni barbas, y solo los oficiales pueden llevar bigotes. No había más remedio que cortar, y de cualquier manera, porque el FSLN no tuvo a última hora un peluquero de confianza. Se peluquearon los uno s loa otros. A Dora María, una compañera resuelta, le trasquiló de dos tijeretazos su hermosa caballera de combate, para que no se ve viera que era mujer con la boina negra.

A las 11.50 de la mañana, con el retraso habitual, la Cámara de Diputados inició la sesión en el Salón Azul. Solo dos partidos forman parte de ella: el Liberal, que es el partido oficial de Somoza y el Partido Conservador, que hace el juego de la oposición legal.

Desde la gran puerta de cristales de la entrada principal se ve la bancada liberal a la derecha y la bancada conservadora a la izquierda. Al fondo, sobre un estrado, está la larga mesa de la Presidencia. Detrás de cada bancada hay un balcón para las barras de cada partido y una tribuna para los periodistas, pero el balcón de las barras conservadoras está cerrado desde hace mucho tiempo, mientras que el de los liberales está abierto y siempre muy concurrido por partidarios a sueldo. Aquel martes estaba más concurrida que de costumbre y había además unos veinte periodistas en la tribuna de prensa. Asistían casi todos los diputados y dos de ellos valían su peso en oro para el FSLN: Luis Pallais Debayle, primo hermano de Anastasio Somoza, y José Somoza Abrego, hijo del general José Somoza, que es medio hermano del dictador.

El debate sobre el presupuesto había comenzado a las 12.30 cuando dos camionetas Ford, pintadas de verde militar con toldos de lona verde y bancas de madera en la parte posterior, se detuvieron al mismo tiempo frente a las dos puertas laterales del Palacio Nacional. En cada una de las puertas, como estaba previsto, había un policía armado con una escopeta, y ambos estaban bastante acostumbrados a su rutina, para darse cuenta de que el verde de las camionetas era mucho más brillante que el de la Guardia Nacional. Rápidamente, con ruidosas órdenes militares, de cada una de las camionetas descendieron tres escuadras de soldados.

El primero que bajó fue el comandante "Cero", frente a la puerta oriental, seguido por tres escuadras. La última estaba comandada por la número "Dos": Dora María. Tan pronto como saltó a tierra, "Cero" gritó con su voz recia y bien cargada de autoridad: "¡Apártense! ¡Viene el jefe!"

El policía de la puerta se hizo a un lado de inmediato y el "Cero" dejó a uno de sus hombres montando guardia a su lado. Seguido por sus hombres subió la amplia escalera hasta el segundo piso, con los mismos gritos bárbaros de la Guardia Nacional cuando se aproxima Somoza, y llegó hasta donde estaban otros dos policías con revólveres y bolillos. "Cero" desarmó a uno y la "Dos" desarmó al otro con el mismo grito paralizante: "¡Viene el jefe!"
Allí quedaron apostados otros dos guerrilleros. Para entonces, la muchedumbre de los corredores había oído los gritos, había visto a los guardias armados, y había tratado de escapar. En Managua es casi un reflejo social: cuando llega Somoza todo el mundo huye.

"Cero" llevaba la misión específica de entrar en el Salón Azul y mantener a raya a los diputados, sabiendo que todos los liberales y muchos de los conservadores estaban armados. La "Dos" llevaba la misión de cubrir esa operación frente a la gran puerta de cristales, desde donde dominaba, abajo, la entrada principal del edificio. A ambos lados de la puerta de cristales había previsto encontrar dos policías con revólveres. Abajo, en la entrada principal, que era una verja de hierro forjado, había dos hombres armados con una escopeta y una subametralladora. Uno de ellos era un capitán de la Guardia Nacional.

"Cero" y la "Dos", seguidos por sus escuadras, se abrieron paso por entre la muchedumbre despavorida hasta la puerta del Salón Azul, donde se llevaron la sorpresa de que uno de los policías tenía una escopeta. "¡Viene el jefe!", volvió a gritar "Cero" y le arrebató el arma. El "Cuatro" desarmó al otro, pero los agentes fueron los primeros en comprender que aquello era un engaño, y escaparon por las escaleras hacia la calle. Entonces los dos guardias de la entrada dispararon contra los hombre de la "Dos", y estos respondieron con una descarga de fuego cerrado. El capitán de la Guardia Nacional quedó muerto en el acto, y el otro guardia quedó herido. La entrada principal, por el momento, quedó desguarnecida, pero la "Dos" dejó a varios hombres tendidos para protegerla.

Al oír los primeros tiros, como estaba previsto, los sandinistas apostados en las puertas laterales desarmaron y pusieron en fuga a los policías, cerrando las puertas por dentro con cadenas y candados y corrieron a reforzar a sus compañeros por entre una muchedumbre que corría sin dirección acosada por el pánico.

La "Dos", mientras tanto, pasó de largo frente al Salón Azul y llegó hasta el extremo del corredor donde estaba el bar de los diputados. Cuando empujó la puerta con la carabina M1 dispuesta a disparar, solo vio un montón de hombres tendidos y apelotonados en la alfombra azul. Eran diputados dispersos que se habían tirado a tierra al oír los primeros disparos. Sus guardaespaldas, creyendo que en efecto se trataba de la Guardia Nacional, se rindieron sin resistencia.

"Cero" empujó entonces con el cañón del G3 la amplia puerta de vidrios esmerilados del Salón Azul, y se encontró con la Cámara de Diputados paralizada en pleno: cuarenta y nueve hombres lívidos mirando hacia la puerta con una expresión de estupor. Temiendo ser reconocido, porque algunos de ellos habían sido sus condiscípulos en la escuela de los jesuitas, "Cero" soltó ráfaga de plomo contra el techo y gritó : "¡La Guardia! ¡Todo el mundo a tierra!" Todos los diputados se tiraron al sueldo detrás de los pupitres salvo Pallais Debayle, que estaba hablando por teléfono en la mesa de la Presidencia y se quedó petrificado. Mas tarde ellos mismos habían de explicar el motivo de su terror: pensaron que la Guardia Nacional había dado un golpe contra Somoza y que venían a fusilarlos.

Leer la crónica completa aquí:
http://www.lainsignia.org/2004/septiembre/cul_016.htm




Aquí pasaba a pie por estas calles,
sin empleo ni puesto y sin un peso.
Sólo poetas, putas y picados
conocieron sus versos.

Nunca estuvo en el extranjero.
Estuvo preso.
Ahora está muerto.
No tiene ningún monumento...

Pero
recordadle cuando tengáis puentes de concreto,
grandes turbinas, tractores, plateados graneros,
buenos gobiernos.

Porque él purificó en sus poemas el lenguaje de su pueblo,
en el que un día se escribirán los tratados de comercio,
la Constitución, las cartas de amor,
y los decretos.